lunes, 7 de abril de 2014

DILEMAS DE LA GUERRA CIVIL III: VÍCTIMAS Y REPRESIÓN

DILEMAS DE LA GUERRA CIVIL III: VÍCTIMAS Y REPRESIÓN

No quisieron esperar más, y a la muerte de Franco, un grupo de viudas e hijos de fusilados se lanzaron a la búsqueda y apertura de las fosas donde los asesinos habían arrojado a sus familiares. En Navarra y La Rioja, arrodillados en la tierra, sin más herramientas que una pala y las propias manos, les acompañaban algunos sacerdotes. Sacerdotes como Victorino Aranguren, Eloy Fernández, Dionisio Lesaca, Vicente Ilzarbe... que ayudaron a aquellas viudas a desenterrar a sus maridos y que en los funerales que oficiaban en su memoria pidieron perdón por el comportamiento de la Iglesia durante la Guerra Civil: “Esta sangre nos salpicó también”, “si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso”, “desde aquí, yo, sacerdote, aunque pecador, os pido perdón en nombre de la Iglesia...”.
Un terrateniente de la provincia de Salamanca, según su propia versión, al recibir noticia del alzamiento militar en Marruecos en julio de 1936 ordenó a sus braceros que formaran en fila, seleccionó a seis de ellos y los fusiló para que los demás escarmentaran. Era Gonzalo de Aguilera y Munro, oficial retirado del Ejército, y así se lo contó al menos a dos personas en el curso de la Guerra Civil[1]. Su finca, conocida como la Dehesa del Carrascal de Sanchiricones, se encontraba entre Vecinos y Matilla de los Caños, dos localidades situadas, respectivamente, a 30 y 35 kilómetros al sudoeste de Salamanca. Si bien esta presunta atrocidad supone una excepción extrema, los sentimientos que pone de manifiesto eran bastante representativos de los odios incubados lentamente en la España rural durante los veinte años anteriores al
alzamiento militar de 1936.

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